sábado, 17 de junho de 2017

A sogra em construção

Cuando, tras haberle dicho que iba a casarme, mi madre fue a casa de mi novia, y cuando ésta le abrió la puerta, mi madre la miró un momento, aunque la conocía, y desde hacía bastante tiempo, como si tuviese, frente a ella, a otra persona; la miraba con otros ojos, como cuando se contempla un paisaje desde otra perspectiva, que la hace aparecer diferente: una amiga, hija de una amiga, pero una extraña, se convertía, de una forma inesperada, en la pariente más próxima, en alguien como su hija, en alguien como otro yo mismo, en alguien también como otra ella misma, en alguien que ella esperaba desde siempre, que presentía, que no reconocía y, a la vez, que le parecía conocer desde el comienzo de los tiempos: la persona designada, desde siempre, por el destino, a la vez impuesta y elegida. [...] Mi futura mujer respondió a la mirada de mi madre; mi madre tenía los ojos llenos de lágrimas, pero contenía su emoción, y sus labios, que temblaban  un poco, adoptaron una expresión indecible. No sé en qué medida eran conscientes de lo que se decían sin hablar. Era una comunicación muda, una especie de ritual breve que volvían a descubrir espontáneamente y que debía estarles siendo transmitido desde siglos e siglos: era una especie de otorgamiento de poderes. En aquel momento mi madre cedía su plaza y me cedía también a mi mujer.
Ionesco, Diario.

Sem comentários:

Enviar um comentário